Discurso de inauguración de la exposición Intuitio en la librería Ibor

Han pasado cinco años desde la última exposición en esta casa, en la que ya trabajaba en lo abstracto orgánico (Biomandalas). Como a todos, la pandemia me dejó en una playa extraña después del naufragio. Me tomó un tiempo rehacer la cabaña, pero pienso que ya está lista de nuevo.

La creación es una actividad delicada, en tanto en cuanto se han de conjurar la necesidad de explorar, la superación de la inercia y la soledad soportable. Un juego serio en el que la artista se marca a sí misma las reglas, establece el campo de acción y decide qué es la victoria y la derrota, sin saber muy bien si alguna de las dos es imprescindible. 

Hoy presento Intuitio, un juego nuevo y lleno de incertidumbre. Todavía estoy pensando qué es la victoria o la derrota, o cuáles son las reglas del juego. Porque he elegido no describir lo visible, sino poetizar visualmente con lo microscópico y lo reticular. ¿Qué intención hay detrás de esta elección? El disfrute estético con uno de los últimos ámbitos en los que se unen filosofía, poética y embeleso: la ciencia. 

En estos cuadros hay escondidas mitocondrias, salitre, diatomeas, epidermis, protones, física de partículas, el Bosón de Higgs, texturas orgánicas y memorias de ornamentaciones que extrañamente se acercan a lo observable con lentes convergentes.  Para mí es prácticamente magia, una magia que se acerca a lo primordial por ser en realidad medible y tangible (instrumentos mediante). 

A dónde me llevan los siguientes pasos, no lo sé. He abierto un camino en el que me encuentro razonablemente incómoda, al que he ido saltando desde la cotidianeidad cada vez que pintaba un tonel en la Plaza del Mercado. Sólo espero poder recorrerlo saboreándolo para que me deje el poso necesario. Gracias por acompañarme en este trayecto.