Inmediatez y juego para trabajar la combinación de colores, la luz y el paisaje, así como la composición en formato cuadrado. Más de ciento cincuenta obras -de algunas no conservo registro, ya que cruzaron el Atlántico- que pinté a lo largo de un par de años.
Son obras de pequeño formato, muchas no sobrepasan los diez centímetros cuadrados, y están pintadas sobre madera recuperada, en la que todavía se ve el golpe de sierra. Caben en la palma de la mano, y sus colores vibrantes siempre me han hecho pensar en caramelos, golosinas, o pequeñas joyas que atesorar.
Son paisajes del Somontano, con sus arrugas y sus cambios de cultivo, olivos entre campos de poca extensión que se adocenan con los sasos y las colinas de fondo. Pero también hay grandes extensiones de cereales en algunos micropaisajes, con imponentes cielos de tormenta que me traje de mis años en Castilla. También alguna cascada del Pirineo, algún bosque de vibrantes verdes.